martes, 29 de diciembre de 2009

Desnuda.

Lara caminaba desnuda en su casa. Salia de su habitación desnuda con el pelo recogido en una cola alta. Una sonrisa apenas visible. Ojos saltones y brillantes. Sus pómulos aún colorados. Caminaba descalza intentando hacer la menor cantidad de ruido. En cada paso cerraba los ojos al oír el crujir del piso de madera. Escapando a veces una carcajada ahogada y pícara. Miraba para atrás y controlaba si alguna puerta se abría a causa de los sonidos que sus pies producían.
Entró en la cocina. Larga y fina. Una luz apenas se asomaba por la ventana invadiendo de un color azulado la habitación. El piso estaba helado, Lara se estremeció al sentirlo con sus pies acostumbrados a la madera. Volvió a darse vuelta y tras su hombro no había nadie. Todos dormían. Sus ojos observaron la habitación. Ya no recordaba bien el por qué de su ida a la cocina. Fue más que nada un juego. No fue la sed que ninguno de los dos sentía. Fue el desafío. Fue el hecho de decir que no se animaba. Fue que él estaba allí y le dijo que no lo haría.
Abandonó los juegos nocturnos en su sueño y comenzó a caminar. Sin mucho ruido. Sin mucho más que ella misma. Se sonreía sola. Él Otro la sentía caminar en la penumbra, le chistaba que regrese y se reía silencioso. No se animó. Quedo dentro del cuarto con olor a jazmín esperando a que volviera. Sabía que ella lo haría. Confió en que regrese. Confió en los dedos que le acariciaban la espalda. En los labios que besaban los labios. Confió en cada uno de sus cabellos recogidos y también en los sueltos que caían sobre su cara. Confió en que ella había olvidado. Confió en sus palabras y en sus pies. En sus juegos. Más que nada confió en la sonrisa juguetona que hacia meses que no veía. En ella misma. En él mismo.
Lara tomó un vaso de agua y, desnuda como estaba, se apoyo en la mesada. Sintió el frío mármol en la espalda y respiró lentamente. Cerró los ojos. Al abrirlos estaba él. Con su mirada en su cuerpo. Con los ojos  que solían devorarla. Por un segundo se avergonzó. Por un segundo se arrepintió y luego volvió a levantar la cabeza. Vio su sombra en el piso. Sus curvas se dibujaban a la perfección en un azul intenso.
Se recordaba en colores cálidos. Se recordaba en llantos. Con ojeras. Con pensamientos que le impedían dormir. Una tras otra noche sin sueño. Por él. Que la miraba en la penumbra. Que la deseaba en la noche y la olvidaba en la mañana. Que la escuchaba por momentos solo para luego dormirse en unos brazos más tiernos. Lara sabía que la miraban. Lara caminó y lo miró. Él se le acercó y le rosó la nariz con sus labios. Lara se alejó. Con su vaso de agua en una mano. Una sonrisa en la boca. Un suspiro mudo. Y un color azulado más cálido. De luz.

nota del autor: ¿Seguiremos con esto? Quien sabe...

domingo, 27 de diciembre de 2009

Temor

Camila. Camila. Subia las escaleras de a dos escalones. Por que le era más simple que subirlos de a uno. Le parecía más original subirlos de a dos que de a uno. (¿Acaso no todos los subían a de a uno?). Camila camina todas las noches por las calles desiertas de Buenos Aires. Sabe que teme, sabe a que no temer. Sabe que la espera en la vuelta de la esquina. Sabe que es lo que debe hacer en los siguientes minutos para no salir herida. Creo que Camila busca una respuesta en cada uno de sus escalones. Y no se da cuenta que en los escalones que salta está escrita en letra cursiva una frase para calmarle las dudas. Camila es una mujer casi niña. En vez de crecer, decrece en palabras que pierde en cada frase que pronuncian sus labios. Una pequeña que aleja a quien se le acerca. Camila sabe que busca. Sabe qué es lo que quiere. Sabe qué camino de más. Sabe. Sabe demasiado y escapa de su sabiduría. Escapa de si misma. Escapa por que teme. Teme a lo conoce al dar vuelta la esquina. Teme a lo que la persigue en sus sueños. Teme a las respuestas de sus preguntas. Teme. Sólo teme. Teme que todo sea temor. Y nada más que eso.

- a veces cuesta volver a escribir. Uno se levanta con ganas. Pero es dificil tomar las letras y unirlas en algo con sentido.-

miércoles, 16 de diciembre de 2009

unísono

Mirando de reojo se acercó a sus pies. Sus pies pequeños de color anaranjado. Un taco lo bastante alto como para hacerla llegar 10cm más cerca de sus labios. Piernas largas y gruesas. Músculos marcados. Sus manos comenzaron a recorrerle el cuerpo. De abajo hacía arriba. Ella se dejaba acariciar fingiendo una sonrisa. Sus labios acariciaron cada uno de los recovecos de su cuerpo. Lo exploraron, disfrutaron de cada uno de sus aromas. De los diferentes colores que desprendía su cintura. Con las uñas raspó suavemente los brazos y ella por primera vez emitió un sonido. Imposible de entender el sentido. Imposible entender el significado de sus palabras, del aparente grito que salió de su boca. Inentendible.
Tomo su cabello y lo enredó entre sus dedos. Lo tiró levemente hacia atrás y su cabeza dejó al descubierto el cuello. Una fina cadena hecha de plata le colgaba con un pequeño dije de color coral. Lo tomó en su mano libre y enredandose aún más el cabello tiró de la cadena y la rompió. La levantó sobre sus ojos y la tiró. Lejos, lejos de allí. Ella observó donde estaba y cerró los ojos. Y ambos bailaron al unísono.

jueves, 3 de diciembre de 2009

hoja y lara.

Estaba frente a una hoja de color amarillento, añeja, media quemada, un poco débil. La hoja y ella sentadas esperando que una de las dos comenzara a escribir. Una de las dos. Alguna. Que una le dicte a la otra para poder comenzar a desparramar cosas. Para poder limpiarse la culpa, las angustias, los dolores. Para poder reflotar las risa. La hoja y Lara allí sentadas. Una al lado de la otra mirándose de frente una a la otra. Una de las dos tomó el valor y tiró la primera letra. Una "efe" en cursiva bien prolija.
El cuarto inundaba a jazmín y una rosa marchita. El cuarto se teñía de un rojo morado. Flotaba en el aire un humo espeso que generaba una cortina opaca entre una y otra habitación. Lara cerraba los ojos e imaginaba todas las palabras que empezaban con "efe". Una a una, se le presentaba: flor, fama, furia, foco, fila, fin. Fin. Fin.  Antes de empezar  a escribir ya había terminado. Antes de seguir dando vueltas acerca de todo aquello que le pasaba, ya era momento del Fin. Antes de siquiera haber escrito el principio, ya estaba terminando. Debía finalizar. Debía cortar con todo. Debía hacer desaparecer absolutamente todo, para comenzar a soñar nuevamente.
Ambas, la hoja y ella, levantaron la vista, al escuchar una puerta abrirse. Un hombre que bien conocía salía por ella. Se acerca a la mesa y notaron ambas, la hoja y ella, cierta intensión de amor. Y ambas, la hoja y ella, derritieron por él. Y la hoja fue más fuerte y sostuvo su mano. Lara la miró y sintió la "efe" en su cuerpo. Él la miró sorprendido. Él la extrañó. Extrañó su cuerpo, sus caricias, sus abrazos. La extrañó y sintió como Mía lo tomaba de la cintura y lo lleva a la habitación nuevamente. Se dió media vuelta y la besó.
Y Lara los miró y murió de celos en su silla. Y su "efe" en su hoja le sonrió. Y Lara le sonrió a la "efe" y a la hoja. Y Lara comenzó a llorar, grandes y pesadas gotas saladas.
Lara seguía sonriendo.


links * (lo que algunos podemos llamar capitulos)
• Mía (i)  • preguntas (ii)   • lunares (iii)  • triste (iv)  
 • scrabble (v)  • desaparece (vi)  • besar (vii)  •  bruja (viii)



* nota del autor: con este pretende terminar. Nunca se sabe, mañana por ahí me despierto pensando que Mía y Lara aún tienen algo que contar. Hoy creo que no. A Mía le quedaron cosas por decir. Pero sólo más y más gritos y sonrisas amargas. Como cafe sin leche y sin azucar.


jueves, 26 de noviembre de 2009

bruja

Y se quedaron. Uno enfrente de otro. Uno adelante del otro como en otros tiempos. Con otros sentimientos, es verdad, pero de la misma manera en la que se quedaron jugando al scrabble aquella noche de invierno en donde se dieron el primer beso. Él la miraba con sus ojos redondos y le investigaba cada centímetro de su ser. Como si pudiese encontrar algo nuevo, algo desconocido que le haga olvidar a la otra. Algo que lo cautive, un olor diferente, una sensación nueva. O al menos, poder encontrar algún defecto para poder olvidarla.
Lara bajaba la vista y sentía los ojos que le dibujan la piel. Le acariciaban las pestañas y se le acercaban cada vez más a sus recovecos. Se divirtió un instante con su mirada. Moviendose y generando más juegos mudos para que Mía no escuche. Millones de pinceladas de colores, grises y blancos que la hacían volar en un sueño de sabor a caramelo.
Y la levantó cuando sintió que el juego había llegado a su fin. Él ya estaba parado frente a ella. Con las manos en la espalda, apoyado en una pared y ya no la observaba. Mía estaba parada allí mirando a nadie y con un anillo de plata en la mano, que sólo usaba en ocasiones especiales. Lara la observo, se cautivó un instante con ella. La admiró Admiró su cuerpo casi desnudo, su cabello largo y algo enrulado y, por primera vez brillosamente negro, sus piernas largas y su cara angulosa. Estaba extrañamente hermosa tras un velo de apariencias que ambos (Él, Lara y ella misma, Mía) conocían bien.
"Vamos" desde lo lejos se le escucho decir. Él, hipnotizado, camino hacia ella con una lentitud poco habitual. Su cuerpo flotaba, sus pies apenas rozaban el piso. La sonrisa había desaparecido. Estaba serio y caminaba al frene. Lara le grito, él ni se dió vuelta, hasta pareció no escucharla. Por un instante Lara sospecho de que un encantamiento lo estuviera llevando justo a donde Mía quería. Luego se dijo que esa idea era una locura. Luego pensó que no lo era tanto.
Se sentó en el piso y lentamente se fue quedando dormida. Y en eso pasó Mía y Lara dudó si soñaba o no. Mía le sonrió desde el pasillo caminando, casi flotando, con esa sonrisa hermosa y maliciosa que tanto la caracterizaba.


links * (lo que algunos podemos llamar capitulos)
• Mía (i)  • preguntas (ii)   • lunares (iii)  • triste (iv)  
 • scrabble (v)  • desaparece (vi)  • besar (vii)


* nota del autor: (y? como irá quedando)

sábado, 21 de noviembre de 2009

besar.

Nuevamente eran tres alrededor de esa mesa. Sin nada que decirse frente a frente. Lara sintió el calor que le recorría por los pies. Sintió los nervios en la uñas de sus dedos. Corrió por su nuca un aire frío. Sus hombros estaban contracturados. Se descalzó y movió los dedos de los pies.
Mía tomó un pintalabios y comenzó a delinearse los de un rojo furioso, como ella. Vestida de amor y dolor, de odio y pasión. Preparada para escapar ante el primer signo de debilidad. Su escote más pronunciado que nunca.  Su pollera que apenas tapaba sus muslos. Un collar que decía la protegía. Y unos aros un tanto grandes y colgantes.
Sus ojos miraban fijamente un punto entre la puerta de salida y el la mejilla de Lara. Temía verla a los ojos y calmarse. Dejar de odiarla como la odiaba en ese momento. El odio era su nectar. La esencia que la mantenía viva y sentada al lado de ellos dos. Comenzaba a odiarlos. A los dos. A uno más que al otro. Al otro más que al uno.
Su mirada estaba hinchada y colorada. Toda la tarde la había pasado entre lagrimas que nunca existieron y llantos que si lo hicieron. Su voz consumida por gritos mudos. Sus manos ajadas por estar tan apretadas.
Lara tomo el Jazmin y lo puso en agua. Lara apoyo su cara sobre sus brazos. Lara entre ida y presente en el lugar, le hablo a la nada.
- ¿Quieren saber que me pasa? Tengo miedo. - Mira a Mía quién sostiene el rouge en el aire y piensa lo estúpida que se comporta Lara - Si, miedo. Miedo de estar sola. Bronca, de tener que escaparme de mi propia casa para que vos no me veas pasar - Lo señala a él que baja la cabeza y juega con la rosa de Mía entre sus manos - ya que ella tiene miedo. Miedo de que nos demos cuenta de la verdad.
Mía tomó su rosa de las manos de él. Sus manos se ensuciaron de sangre. Mía se sonrió. Dudo un instante sobre qué hacer. Se acercó a él y le mordió el labio, haciendo que apenas sangre. Lara se asustó y vislumbro con horror el placer de su compañera. Mía se volvió a sonreir. Volvió a sentarse en su silla dejó caer la rosa junto al jazmin.
Lara la conocía. Era predecible, al menos una de cada diez veces. Los odiaba a los dos. Y no permitiría que se besen. Sólo los vería sufrir.

links * (lo que algunos podemos llamar capitulos)
Mía (i)  • preguntas (ii)   • lunares (iii)  • triste (iv) 
 • scrabble (v)  • desaparece (vi)  

* -nota del autor- Es la primera vez que escribo algo en secuencia. Que quiere ser un cuento. O ser más que ello. Tal vez crecer.


lunes, 16 de noviembre de 2009

desaparece.

Mía estaba encerrada en la habitación. Sus manos temblaban de miedo, de bronca, de enojo. Sus ojos estaban hinchados y colorados. No pensaba lagrimear ni un segundo por ella. No pensaba más que romper esa puerta que las separaba y gritarle la verdad para que no siga con el eterno grito de 'perdón' que nadie aguantaba.
Se sentó en la cama y dejó de escuchar. Dejó de oir, aunque existieran. Estaban mudos para ella. No le importaban. No le preocupaban. No le producía absolutamente nada que Lara le pida disculpas. No tenía por qué pedirlas. Lara se la pasaba pidiendo perdon. Y ya, ella, no le creía. Se reía de sus perdones absurdos, que sólo buscaban sacarse una culpa que tampoco existía.
Trató de poner sus pensamientos en orden. Trato de acordarse en qué momento ella había permitido que su compañera (amiga, pariente, conocida, ya ni sabía que eran) entrara en su vida. En qué momento se dejo convencer y comenzó a hablar de amor. En qué instante ella se dejó vencer por las palabras suaves de la 'chica del otro lado de la puerta' para largarle la verdada de lo que sentía. Cuando olvidó su coraza y confió en Lara. Su voz, su mirada era una invitación a contarlo todo. No podía aceptar haberse dejado convencer. No pudo entender, cómo, si la conocía tanto, cayó en ese juego.
Y ahora le gritaba perdón. ¿Perdón por qué? ¿Por haberla escuchado? ¿Por que se había dejado gritar por Mía? Ridicula ella que pedía perdon. Perdón. A Lara el perdón le sentaba mal. Llegaba un momento de que tanto pedirlo, no tenía gracia. Que de tanto pedirlo, hubiera sido mejor que se quede sentada en una silla sin hacer más que nada. La odiaba, le parecía totalmente repugnante todo lo que ella decía. Quería que dejara de gritar, de llamar, de existir. 'Desaparecé' dijo en voz baja.
Los gritos cesaron. La voz de Lara del otro lado de la puerta ya no se oía. Mía respiró hondo, comenzó a vestirse lentamente esperando que del otro lado volvieran a hablarle. Cada minuto que pasaba y el silencio se volvía más profundo. Extrañaba la voz grave de Lara. extrañaba los gritos desesperados. Extrañaba la discusión constante. Extrañaba lo que siempre había deseado que desaparezca.
Se hizo la noche, Mía temía salir y encontrarse sola. Escuchó el timbre, escuchó una llave. Oyó unos pasos que se acercaban. Apenas se abrió la puerta. Una flor de un rojo intenso se asomó. Mía la tomó y sin sonreír, abrió la puerta. Del otro lado, él la observaba y la tomó de la mano.
Lara tenía un jazmín blanco. Opuestas ambas, una de cada lado de la mesa. Nuevamente, cómo en la mañana. Sentados alrededor de una mesa, sin decir nada. Absolutamente nada. Silencio. Mía lo rompió. ¿Dónde estabas?. Lara respondió con mirada húmeda, mirando algún punto entre sus piernas y el piso. Alejada de la mesa. Sin ganas ya de hablar (por primera vez, sin ganas de hablar), 'desapareciendo'

jueves, 12 de noviembre de 2009

Scrabble

- Bueno... .
-¿Qué querés? Tengo cosas que hacer. Si vas a hablar que sea ahora, dale. Apurate.

Mía estaba cansada. Muy cansada. Odiaba a la mujer que tenía enfrente y si fuera por ella, la mataría con una de esas frases que le encantaban decir. Una de esas frases que le gustaba sentir en la punta de la lengua. Esas palabras que amaba decirle a las personas que odiaba. Esas palabras que le permitían sonreír por la noche cuando todos dormían. Lamentablemente, Mía había prometido no hacer nada de eso. Se lo había prometido a él. Y a él no podía mentirle.
En realidad, ninguna de las dos le podía mentir. Ese hombre, antes de irse, sabía lo que iba a pasar entre las dos muchachas. Lo sabía y por eso mismo se fue y las dejo solas. Necesitaban estar solas. Frente a frente, como tantas otras veces, en las que había jugado al scrabble. Pero esta vez sin tablero. Mía formulaba las palabras más dañinas y más terribles y no las usaba. Se mantenía callada y enojada. Se escondía en ella misma y añoraba nuevamente la noche.
Lara se había dado a conocer demasiado como para no saber que era lo que Mía estaba pensando. Eran demasiado diferentes y por eso eran predecibles una para la otra. Demasiados años delante de manteles de colores, como para no saber que pensaban. Demasiado juntas habían pasado sus días, la cantidad de noches abrazadas por el miedo a la soledad. Por historias que se inventaban para dormir en la misma habitación, por juegos que no mencionaban para no romperlos, por charlas que nunca más habían tenido lugar, sólo en esos momentos que son únicos.
Y cuando él llego cambio la vida. A la una y a la otra. Primero a los ojos de Lara, sensible y enamorada de  la vida. Insegura y temerosa. Meticulosa. Frágil.  Y a los veinte minutos, llego a los ojos de Mía un hombre el mismo hombre, pero diferente. Tanta pasión que espanta, tanto dolor que duele. Tanto miedos y angustias escondidas que ambos se usaron de confidente.
Y Lara se enamoró. Y Mía se enamoró. Y él, también. Primero de una, luego de la otra. De una por ser su complemento, de la otra por ser su  igual. De una por que podían pasar las horas del día disfrutando del sol. Corriendo bajo la lluvia. Cocinando cosas dulces para después disfrutar abrazados por la noche. De la otra en las penunbras, cuando las pasiones se encienden y los silencios son eternos y sólo vale hablar de algunas cosas. Entendiéndose bajo las sábanas y sólo durmiendo.
Las dos eran perfectas.
Y las dos frente a una mesa, ahora esperaban que una de las dos diga algo. Cualquiera de las dos.
Y las dos quedaron calladas.
Las dos pretendían que así, sin palabras, las cosas se solucionaran como si nada, o que al menos las cosas se olvidaran. Y con esa idea en la cabeza, por primera vez en su vida, Mía le sonrió a Lara. Tomo la caja y le dio siete fichas.
Mía dejó de ser predecible. Lara temió. en cualquier momento estallarían las dos.

y al parecer no era el momento.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Triste

Hay tres personas sentadas alrededor de una mesa con mantel naranja. Un naranja que a Lara no le gustaba mucho. Un naranja demasiado brillante. Un naranja que no le permitía concentrarse en lo que quería decir. Mejor dicho, cualquier cosa en ese momento la hubiese desconcentrado. Por un instante se arrepintió de haber tocado la puerta. Por un instante se arrepintió de haber vuelto antes de tiempo y encontrar a sus dos amores y odios.
Comenzó a sentirse mal. Le dolía la panza y percibía un ardor que le subía por la garganta que temía que se convirtiera en grito en cualquier momento. No tenía muchas ganas de armar un desastre, quería hablar. Pero ¿de qué? Los dos la miraban esperando que diga algo y ella no sabía que decir. Se levantó con dificultad y puso agua en la pava a hervir.
Se quedó al lado de las hornallas, esperando a que el agua comience a burbujear. Escuchando cuchicheos y risas en el comedor. Ni siquiera intentaba entender lo que decían. Prefería la incertidumbre. Prefería mantenerse alejada por un rato de ellos y pensar. Sólo quería dormir en su cama. Acariciar su almohada y llorar en silencio. Llorar y dormir. Llorar y descargar y dormir. Llorar lo que no había llorado en los últimos dos meses.
Llorar por que el mantel era naranja y la casa estaba sucia. Llorar por que hacía días que no se bañaba en su bañadera,  por que había aumentado 3 kilos. Por que se despertaba con dolor de panza y se acostaba con el mismo dolor. Por que cada día tenía más ojeras y menos fuerzas para seguir caminando. Llorar, por que todos las noches se quedaba dormida acariciando un cuerpo inexistente y se despertaba con unas caricias que no existían.
Lara, escucho como la pava comenzaba a silbar con un sonido agudo y bajo, y se despertó de sus pensamientos. Sintió el silencio y se negó a dar un paso más. Se sentó en el piso y oyó la puerta, imaginó que alguien salia. Imaginó como él caminaba por el pasillo hacia el ascensor y como saludaba al entrar en él. Se vió a ella misma en la puerta saludándolo con la mano, como era de costumbre. Se encontró a ella misma tirada en el piso.
Y se dio cuenta, que estaba sola.

jueves, 5 de noviembre de 2009

lunares

Mía se despertó con los primeros rayos de luz que entraban por la ventana. Era temprano, estaba cansada, pero estaba feliz. Dormía desnuda tapada con las sábanas. Hacía frio así que con la leve luz de la mañana buscó algo para ponerse. Su mano rozo su espalda. Él estaba allí. Se alegró de que no se haya ido a la mitad de la noche como otras veces. Se alegró de haber echado a Lara la noche anterior, para así él podía pasar toda la noche allí. Era lógico, pensó Mía, después de lo que pasaron, ella no podía permitir que se cruzaran. ¿Qué pasaría si aflorara un intentó de amor nuevamente? No, él era de ella. Le pertenecía. No podía permitirse perderlo.
Se puso el camisón mientras observaba su espalda. Y sintió como su maldad afloraba como tantas otras veces. Se sonrió y sentó en la cama a mirarlo y jugar con su piel. Recordó el dolor que había sentido y luego el placer que sintió aquel día en la estación de trenes. Mía recordaba cada detalle. Como estaba vestida, que color de pelo utilizaba en ese momento, como lo tenía recogido, el poco maquillaje que ella solía utilizar. Mía recordaba cada uno de los mínimos detalles que describían a Lara ese día. Y volvió a sonreírse.
La recordó caminando sola por la estación de trenes. Con su paso lento y sin aquel salto alegre que era habitual en ella. Sabía que no iba a llorar allí frente a ellos, pero le llamo la atención que nunca la haya sentido derramar ni una sola lágrima.
La conocía a Lara desde que eran pequeñas. Se había regido siempre por la idea de “los opuestos se atraen”, justamente ellas eran así, opuestas. Una era el agua y la otra el aceite, desordenada Lara, ordenada Mía. Libre una, rígida la otra. Extremista, centrada. Miedosas las dos con la diferencia que una no lo admitiría jamás. Todos se preguntaban el porqué habían decidido vivir juntas. Ninguna de las dos podía explicarlo. Sólo lo hicieron por necesidad, por que se llevaban bien, porque ninguna de las dos dijo que no.
Mía contaba las pecas en su espalda, que no era suya, pero sentía suya. Como si toda la vida le hubiese pertenecido, como si nunca le hubiera pertenecido a otra persona. Mía estaba entregada a él y a su espalda. Él estaba entre dormido, entre despierto disfrutando de las caricias suaves de aquellos dedos helados tan diferentes a los que había sentido antes.
Un portazo. Ambos conocían esos pasos en forma de salto y esos zapatos sin taco que golpeaban el piso. Golpeo la puerta con la palma de la mano, torpemente como solía hacerlo. “Mía, son 17, tenemos que hablar”  
         (otro comienzo... veremos)

sábado, 31 de octubre de 2009

Preguntas

Doscientas personas esperando ser atendidas en el banco. Ni una más ni una menos. Doscientas personas con un papel en la mano que esperaban ansiosas su turno frente a una pantalla de dos por cuatro, con números colorados. Cada vez que la máquina emitía un 'tintun' (un tanto agudo y bastante molesto, por decir) las doscientas personas (luego la ciento noventa y nueve, las ciento noventa y ocho y así sucesivamente, se entiende, ¿no?) levantaban la cabeza esperando que su número salga sorteado.
Lara también esperaba. Muy bien no sabía qué. La noche anterior había dormido en la casa de la amiga del amigo ya que su compañera de cuarto estaba con una 'visita' (se comprende cuál era el sentido de la misma) y prácticamente la había echado. Y ella, para no romper la costumbre, acepto irse sin poner resistencia. Y a la mañana siguiente, sin siquiera preguntarle, la levantaron del sillón en donde dormía, para irse al banco.
De un minuto para el otro se encontraba caminando por las calles de Buenos Aires. Bajando por Corrientes, casi a la altura de Suipacha, se preguntó si lo pasaba bien haciendo todo lo que hacía. Ya  casi llegando a Florida descubrió que, definitivamente, ya no le agradaba tanto vivir de esa manera. Ya no le parecía tan divertido caminar bajando por Corrientes a las once de la noche, sola y con un frío de morirse.
Para ser completamente sinceros a Lara ya le resultaba bastante pesado eso de tener que irse a ningún lado cada vez que Mía quería dormir acompañada. Como si fuera poco, Lara conocía a ese otro con el que Mía dormía noche por medio. Sospechaba quién era y ya la sospeche estaba comenzando a ser tal para convertirse lentamente (o no tan lento) en una seguridad. Sabía por qué debía marcharse.
Él entraba en la casa con su propia llave e invadía todo con su perfume habitual, al que ella estaba tan acostumbrada. Sus ojos negros miraban todo con desdén y descubrían hasta las más mínimas desprolijidades de la casa y comenzaba a arreglarlas. Lara siempre odió que haga eso (sus des prolijidades y eran prolijas para ella). Siempre odio que todo fuera a su modo, una y otra vez. Todo en su orden, en su momento, de la manera que él quería. Comenzó a preguntarse si era feliz escapando. Si le gustaba esconderse para que él fuera feliz. (...)

[solo una idea. solo una idea]

viernes, 23 de octubre de 2009

Mía

Su nombre es Mía. Un nombre dulce en una persona amarga cual café sin leche y bastante cargado. Un nombre que no combina demasiado bien con su persona. Los hombre (y hasta varias mujeres) se enamoran de sus ojos grises, de su cabellera castaña de rulos pronunciados, de su nariz pequeña en su angulosa cara. De los labios grueso que pronuncian palabras dura en un tono dulcemente acido.
Pocas personas conocen a Mía como yo. Mía es una niña cruel (y me atrevo a decir niña, por que la conozco mucho más de lo que ella quisiera). Crece de cuerpo y su pensamientos siguen siendo infantiles. Se mete en una cueva pequeña hecha de miedos y temores que no quiere que nadie conozca.
Desde el primer día en el que Lara y ella se encontraron frente a frente en las vías del ferrocarril, Lara lo sabe. Lo descubrió con apenas pispearle el escote y los guantes que cubrían sus manos. Desde la primera vez en la que cruzaron sus miradas Lara sabía la verdad. Mía es muy cruel. Conoce a quien esta a su lado, como quien conoce a su enemigo. Se acerca agazapada esperando a atacar. Se acerca esperando el momento en donde su golpe sea más fuerte.
En donde el dolor sea más hiriente y las palabras sean sólo susurros en la noche. Los mira a los ojos. Los mira y recuerda el dolor que un día sintió. Recuerda y con sus finísimos dedos busca las palabras exactas en su bolso y comienza a escupirlas. Una por una. Una tras otra. Lentamente observa la manera en la que el otro se va a consumiendo en el mismo dolor, en la misma lastimadura; en donde ella juega con sus uñas esculpidas.
Mía definitivamente es cruel. Cruel como un rayo que interrumpe el día, durante el verano. Mía disfruta de su crueldad. Se aleja sonriendo mientras el otro llora de dolor. Mientras el otro grita pidiendo compasión. Se aleja lentamente con sus piernas largas y pies pequeños, mostrando una única sonrisa en su cara.
Lara y Mía se conocieron de la manera más extraña. Ambas esperaban a la misma persona en la estación de tren. Un muchacho igual a Mía. Igual a ella. Con un miedo terrible a lo que va a pasar. Un miedo increible al dolor. Un niño en el cuerpo de hombre que se niega a enfrentar la verdad. Al igual que Mía, él teme ser lastimado.
Y caminando lentamente por la estación de trenes es que llegó. Asi acercó sus labios a los de Lara. Unos pegados a los otros, en un beso apasionado para uno, de rutina para el otro. Lara se alejó. Mía observó sus guantes negros en sus finas manos y se sintió estúpida esperando a un hombre que besaba a otra. Cerró sus ojos, ya buscando las palabras exactas para dar el golpe. En ese momento él se le acercó y puso un dedo sobre sus labios. Le secó las lagrimas. Lara estiró su mano, esperando que él volviera. Mía le sonrió. Lara ya conocía a Mía. Sabía cuando ella sonreía. La había visto por primera vez apenas unos minutos atrás y ya la conocía de toda la vida. Lara caminaba lentamente, no sonreía. Lara había sido lastimada y se alejó sin más palabras. Era inmune al dolor.

miércoles, 21 de octubre de 2009

hadas

(a ver qué sale • • •)
Era aún pequeña. Se movía lentamente entre los árboles. Tenía alas de color anaranjado. Corría entre las hojas y buscaba una señal. Algo que le permitiera saber que estaba en lo correcto. Los colores cálidos invadían su mirada y seguía sin ver. Un resoplido. Fuerte, seco, cansada. Cierra sus ojos y los abre. Un instante de segundo y allí estaba. Pequeña como una nuez, liviana cual pluma. Un par de alas azules con corona hecha de flores. Unos ojos rasgados, temerosos y sin pupila, que la miraban.
Lucia cierra un ojo y se mira la nariz. Admira la belleza extraña de aquel ser. En cuanto intenta hablar ya desapreció. Se da la vuelta y no la ve. Espera quieta en el lugar una hora. Dos horas. Tres. La noche comienza a apoderarse del bosque y comienza a tener miedo. Crujen los troncos y se dicen frases que aún ella no podía comprender. Lucía se queda quieta, cierra los ojos y ve una luz entre árboles. Los abre y la deja de ver. Los cierra nuevamente y ve como la luz se mueve entre las ramas. La sigue, comienza a treparse, los ojos bien cerrados y ve todo a la perfección. Siente la madera dura bajo sus pies que la sube hasta la cima.
Y la luz desaparece. Lucía abre los ojos y allí la pequeña niña de alas azules le besa la nariz y le señala las flores rosadas. Con cara asustada el hada de alas azules le muestra el campo de cerezos. Una pequeña mancha de luz corre entre las flores. Una luz es perseguida por un manchon violeta que se apaga en la noche.

lunes, 21 de septiembre de 2009

moneda

Entre sus tesoros más preciados estaba una pequeña moneda. La llevaba siempre en su mano izquierda colgando con un hilo de su muñeca. La agarraba de vez en cuando y jugaba con ella. La tiraba en el aire y la volvía agarrar. Lo hacía varias veces hasta que olvidaba por qué lo hacia. Hasta que olvidaba que lo estaba haciendo. El juego se volvía parte de él y no recordaba qué era lo que buscaba entre esos pensamientos. Se volvía sordo, ciego y mudo y desaparecía por un instante. Se hacía invisible a la ciudad.
Que esperaba que vuelva a jugar.

jueves, 3 de septiembre de 2009

todo.

(escrito como para dar idea. Sepan que no es un escrito de cuentos como usualmente suelo escribir)
Julieta. Asi se va a llamar ella. Julieta una cantante de tangos, bailarina, seductora. Camina entre las mesas y se deja tocar por una buena propina. Y él la observa caminar, con un cigarro en la boca y las cartas en la mano, mirando de reojo las jugadas. Canta envido y luego truco y ella se le acerca y él gana la partida. Le besa la mejilla y él la toma entre sus brazos y la besa. Ella se sonroja sin moverse de su lado.
Julieta está cantando sobre el escenario levemente iluminado. Pocos le prestan atención (por no decir sólo uno que en los tonos más agudos baja las cartas en su mano). Ya no hay juego en el que no sea hábil. Lo observa a él. Lo ve como juega ganando y perdiendo paridas. Comienza a caminar a su lado y él la ve venir. Se sonrie, apenas. Ella tímida, también. Baja la mirada y él baja las cartas. Alguien la toma del brazo y ella comienza a bailar sin quitarle los ojos de encima al que juega.
El bailarín comienza aacraiciar su pelo, con apenas las uñas le resguña la espalda. Le toca la cola, sus pechos. Ella lo separa y se aleja caminando ligero.
El dueño se le acerca. Y con un 'o todos o ninguno' le dice que la buscan en la mesa 8. El bailarín, con un hombre juegan al truco. Ella no lo reconoce, hasta que se da cuenta, es Él. El bailarín está perdiendo. Ella se le acerca y lo acaricia, le besa el cuello, su pierna derecha se deja ver a través del tajo del vestido.
Están jugando, Él está ganando.Ve como ella se deja tocar por otro, se desespera. Comienza a perder. Tira cualquier mano, no canta nada. Perdió todo. Ni la mujer, ni el juego. Quedo con absolutamente nada.
Excepto por una cosa. 'O todo o nada. Juego este collar. Elegí el juego, cartas, dados, dardos, lo quieras' Un collar de oro, con un nombre grabado. Julieta. El otro saca un arma. Con una única bala. Julieta trata de impedirlo. 'El que gane se queda con todo'. Julieta llora y ve como se van disparando. Los dos se mantienen en pié.
La última. Tiene que ser. Julieta le dice que no lo haga. Que no se mate. Él le dice: 'todo o nada' y aprieta sin escuchar respuesta. Julieta camina por las calles y se encuentra en el único bar que sigue aún abierto. Pide un trago fuerte y mientras tira las cartas jugando al solitario cuenta que había elegido todo.

intento de historia para guion

martes, 1 de septiembre de 2009

historia.

Era joven cuando eligió su profesión. Aquella que la acompañaría el resto de su vida. Era joven. Apenas unos años más que su hermano. Apenas unos días más pequeña que su primer amor. Lo increible de todo esto es ver como funciona la mente humana. La mente de ella, pasionaria y locamente enamorada. Como lo mata de la misma manera en la cual lo conoce. Amando.
(bien. bien. bien. Un hilo del que comence a tirar. Y todavia queda por desenrrollar, y lo peor es que debo encntrar algo antes del jueves)

martes, 18 de agosto de 2009

un juego más.

1) Agradecer a la persona que te envió:
2) Decir qué pareja, ya sea de libro o película, te gusta más:
Jo & Laurie
Si por ahí es trampa. Es una pareja que Nunca se terminó de concretar en la realidad, pero en mi cabeza desde que leí por primera vez ese libro, tuve la ilusión de que sucediera. Es más, la primera vez que lo leí creí que si lo volvia a leer el final iba a cambiar y Laurie no se iba a casar con Amy y que Jo se iba a dar cuenta que estaba perdidamente enamorada de él. (Un amigo me solía decir que era por que no creo en la amistad entre el hombre y la mujer. Yo no lo creo así.) Desde que leí una de las últimas hojas del primer libro, en donde él le hace caras raras a Jo y ella se rie bajando la mirada que me enamoré de la pareja misma. Por lo tanto la sorpresa mia fue cuando en el siguiente libro veo como Teddy terminan conquistando a Amy con un beso en la nariz! (escena que debo confesar que cuando vi en la película me dejo cautivada y pude conmenzar a decir que acepte la relación entre la hermana menor y el muchacho)
3) Nombra tu amor imposible:
'Sir james Matthew Barrie' (escritor de Peter Pan, por lo menos del J. M. Barrie desarrollado en la película 'Finding neverland')
Creo que es más que obvio el impacto que causa en mi Peter Pan. A ver, desde un principio el no crecer tiene va conmigo. El querer siempre estar como niña y compotarme como tal. La idea misma de estar jugando todo el tiempo me cautiva, me desata en un mundo de sueños que es propio, en el que me siento dueña, en mi salsa, por decirlo. Por otro lado, también desde que tengo memoria puedo decir que tengo un amor platónico (frívolo o no, como quieran) al actor (Johnny Deep) y bueno, supongo que en este caso también interviene en mi decisión. Luego la película me emocionó, lo que hace Barrie con ella y luego con Peter (con el Peter verdadero) me enamora y me hace pensar que es ideal.
4)Nombra los ganadores:
*no me decido aún*

-se que no había que justificar respuesta, pero es más fuerte que yo la idea de escribir y escribir y seguir escribiendo...-

viernes, 14 de agosto de 2009

miedo a la muerte

'Julián', lo solían llamar sus conocidos. Para sus enemigos, él tenía otro nombre, que, ni aún él muerto, me atrevo a decir. Un nombre que hacía temblar las paredes, doblar las piernas de las damas y enmudecer a quien quiera que lo escuche. Un nombre con una única letra consonante que valía por todos el abecedario. Apenas corto era el nombre que le daban aquellos que lo odiaban. Unos pocos suspiros y ya aterrorizaban.
De pies chuecos, de mirada vacia solía caminar hacia su casa luego de una borrachera. Con los pasos firmes y las manos empuñando alguna botella (aún) entraba a la casa y saludaba con una sonrisa vaga y se acostaba sin decir más.
Se creía rey del mundo con apenas 18 años. Fumando un habano importado regalado por uno al, que por un momento, diremos que era 'amigo'. Lo sostenía con los dientes, de costado y hablaba apenas abriendo la boca. Atropellando cada palabra una sobre la otra y la otra sobre la una. No se le entendía demasiado, tampoco era muy claro, pero nadie se atrevía a preguntar.
Y la culpa del fin de sus días la tuvo ella. Y si es que alguien fue el culpable, ella lo fue. Si es que él no se mato por sí sólo. Ella fue la culpable. 'La mujer, la que lleva al hombres por el mal camino. Al camino del alcohol y el sufrimiento'. La mujer que enamora y después se escapa con el primer muchacho que encuentra por ahí. Con el primer hombre que la observe y que le pretenda una pasión momentanea.
Muchos dicen que fue de amor. Muchos dicen que de tristeza. Algunos que se disparó en la sien para dejar de sufrir. Hay historias que dicen que él aún esta vivo esperando su momento de revancha. Y la verdad solo yo la sé. Y si la sé es por que estuve alli. Juntita a él en ese preciso intante. Julián fue asesinado. Se dejó asesinar, mirandole a los ojos y susurrandole amor a sus oidos.


viernes, 7 de agosto de 2009

trilogia.

Cuando Juan le hablaba a su hija sobre las mentiras la miraba a los ojos sin pestañear hasta que comenzaban a salirle lágrimas. Ella se asustaba un poco con la cara de su padre. Un loco buen hombre que no sabía como manejar la instrucción de una niña que casi entra la adolescencia. Juan sabía que ella necesitaba más que sus palabras pero más que ellas no le podía dar, era lo que tenía y era lo que ella tenía que aprender a tener. Sin más. "No mientas por que se van a dar cuenta. Las mentiras tienen las patas más cortas del mundo. No saben correr. No saben cómo hacerlo. Cuándo aprenden, es cuando dejaron de ser mentiras. En ese mismo instante dejan de serlo. (Y no abras los ojos sorprendida. No, Luz, no se convierten en verdades) Comienzan a ser engaños."

martes, 4 de agosto de 2009

duerme

no es lo que parece...
(...)
Duerme.
Hagamos que no estoy aquí.
Hagamos que no te vine a ver.
Hagamos que sólo te imaginé dormida.

Duerme niña duerme.
Hagamos de esto un secreto.
Un sueño secreto.
Un secreto de sueños en el que nadie despierta.

Si nos quedamos dormidos aquí
nadie nos encontrará.
Escondidos
en los susurros de los árboles.
(...)

viernes, 31 de julio de 2009

juego de palabras

Y un día se despertó, nadie a su lado.
Recordó gritos en la noche. Gritos que no recordaba que decían. Recodaba que eran de su propia voz. Su voz que gritaba cosas sin sentido. Su voz enojada gritando y recordando momentos que nunca fueron. Momentos que comenzo a recordar que eran inventados por su propia voz. Y también recordó otra voz. Otra voz sumisa que negaba todo lo que le decían. Con miedo aquella voz, suave y cual cuchicheo la voz. Se iba apagando, bajo sus gritos se apagaba la voz sumisa. Hasta que la voz, la voz de la negación, se dejó de escuchar por completo.
Y se quedó dormido y al otro día se despertó sólo.
Sin recordar bien por qué.

lunes, 27 de julio de 2009

alicia

Hoy Alicia cumple los 70 años. Nacio hace exactamente 69 años, 23 horas y 58 minutos. Esta pasando los últimos minutos en los sesenta y pico y de a poco comienza a sentirse cansada, agotada, contenta. Cree que la vida que vivió fue la justa y la que merecía. Cree que la disfrutó lo más que pudo. Cree que ya llegando a los 70 le queda poco ya para decir, poco para hacer y vivir y comienza a sentirse vieja. Alicia está cumpliendo exactamente los 69 años, 23 horas y 59 minutos. Su familia está alrededor de ella y esperan ansiosos para somplar las velas. Comienzan a correr por toda la casa para apagar las luces, Alicia ve todo en cámara lenta. Su cara queda iluminada por las 69 velitas. La mano de su hija se acerca lentamente y comienza con un encendedor a prender la número 70. Alicia está un poco triste, se siente inutil, arrugada, abandonada. Escucha como de fondo comienzan a cantarle una canción ya conocida. Se siente mejor. La mano de Carlos le toca la espalda y le acaricia el hombro de manera fuerte y tierna. Alicia cumplió exactamente 70 años y ya comienzan a pasar los minutos para llegar a los 71. Carlos le da un beso. Alicia está feliz.
(es una de las cosas que puedo decir que todavia debo seguir reforzando y trabajando)

miércoles, 22 de julio de 2009

carcajada

Desde un principio lo sentió en el fondo de su alma. Lo sintió como corria por sus venas. Sintió que ya le había dejado de prestarle atención. Le había dejado de importar, la había dejado de buscar. En realidad, nunca lo había hecho. En su orgullo pretendía haber hecho lo imposible, cuando ni a lo posible había llegado. La bronca de la sinceridad le subió hasta sus ojos, no se hizo lagrima, se bajo hasta su a boca, se hizo sonrisa, se hizo risa. Se hizo risa amarga, caliente, dulce. Carcajada. Cerró con bruscamente el aparato y siguó su camino sin tomar decisión alguna. Sin responder, sin siquiera pretender que todavía la quería. Para sus adentros remordiendose. Y en alguna parte de sí misma, hasta arrepintiendose.
"Ridícula ella que en su propio orgullo sigue pensando que no hizo nada. Ridícula ella que en su orgullo cree que hizo todo y aún sigue esperando que otro actúe para sentirse más libre"

sábado, 18 de julio de 2009

constanza

Constanza para esta fecha tendría ya, a ver dejame calcular, un años, tres meses y 5 días. Creo que decidimos tenerla en un arranque de amor y de locura (Más de locura que de amor). Ahora que lo pienso, una parte de mi se siente aliviada (mas que nada viendo terminada nuestra relación). La otra parte de mi se pregunta que hubiese pasado si ella estuviese con nosotros. Si acaso nosotros dos seríamos aún nosotros (o si seríamos solamente Yo y Vos).
Constanza era nuestra niña. Era una niña que creamos más de ilusiones que de otras cosas. En futuros que nos resistíamos a recordar pero de los que no podíamos escapar. Por más que lo desearamos con todo nuestro ser. Por más que quisieramos sentir sólo el presente, un supuesto mañana entre los dos (entre los tres) como familia, se nos hacia presente. Constanzan era pequeña. Vos terco, yo necia (vos mismo me lo dijiste), armamos castillos en el aires, dañando a una pequeña que nada tenía que ver. Creo que todo esto fue aún más penoso por ella. De un día para el otro la hicimos desaparecer, la hicimos dejar de existir por el bien de los dos. Pero nunca pensamos en ella. ¿Abremos sido muy egoistas? O por ahí era lo mejor. Quien sabe, yo no lo se al menos.
Creo que (Constanza y yo) estamos mejor.

domingo, 12 de julio de 2009

si entras lee.

"Yo podria haberlo hecho mejor". Pero no la hiciste. La culpa está fuera de este juego, mi amor. Esta muy por afuera. Dejo de existir el viernes por la tarde (te acordas?) en donde comencé a llorar en la puerta de un edificio en plena ciudad. Alterada, quemandome con un cigarrillo que no sabía fumar (ya que nunca antes lo habia hecho). Suelen decir que eso calma a las bestias, conmigo no fue asi (debe ser que no calma a este tipo de bestias). Llorando y gritandole a un aparato que no hacía más que estupideces ya que (por primera vez desde que tengo memoria) me resití a creerte. Y no me digas que nunca te avise. Que era la primera vez que escuchabas mis palabras Dije Basta (por favor), terminala (de verdad), calmate (fuiste incapaz).
Y (¿sabés qué pasó?) me levanté y me sequé las lagrimas (con la manga de una blusa nueva, cual niña de 5 años). Tire el cigarrillo y volví a toser (lo mire de reojo como se terminaba de apagar). Si supieras lo difícil que fue en ese momento hacerlo y cómo puedo decirtelo ahora, sin ningún tipo de problema. Caminaba nuevamente en la ciudad(aparentemente nadie se percató de nada). Bajo mi manga mi mano temblaba. Fingía que nada me importaba (me comenzaba a dar cuenta de lo que sentía). Mientras vos sentado en tu cama como si nada seguías escribiendo y creando canciones para que nadie las cante (yo no más) Horas de cielos pintados de cian que nadie iba a narrarte (me heriste). Musica que no iba a volver a escuchar (te deje de amar.)

miércoles, 8 de julio de 2009

instinto

-Un dia va a pasar que me voy a animar a escribir poesia -

(Piel de color canela. Ojos más oscuros que el café. Dientes pequeños y brillantes. Sonrisa clara. Curvas sensuales y voluptuosas. Dormida, tendida en la cama. Llamaba al deseo de aquel hombre que se le acercaba silenciosamente. Se dió vuelta y sus ojos brillaron con la suave luz que venía de la ventana. Lo llamo con su mano tendida en el aire él se la tomo y la comenzó a besar, cuidadosamente, amenazando con quebrarse. Fue llegando a su cuello. Sin decir nada continuo. Por todo su cuerpo. Ella no responde. Se deja llevar por instinto.)

viernes, 3 de julio de 2009

no recordar.

Todas las noches lo intento. Lo hago una y otra vez. Me recuesto en la cama y leo mi libro (si, ese que no logro avanzar más de un párrafo por semana). Masco un caramelo de esos blandos de menta que tanto te gustaban (si, esos que me contagiaste la necesidad de mascar antes de dormir). Cuando siento que mis ojos comienzan a cerrarse (o en su defecto el tercer bostezo comienza a surgir) apago rapidamente la luz, me tapo con la manta de lana pesada (aquella tejida que tanto abriga). Me recuesto. Y al instante mismo abro nuevamente los ojos. Los hago acostumbrarse a la oscuridad que me rodea. Las formas de los muebles que parecen amoldarse a la perfección a mi mundo. Los tenues haces de luz que se asoman en cada uno de ellos. Fantasmas de la noche en vela (intentando que duerma, un poco con miedo, otro poco calmada). En mitad de la noche (o por ahí, vaya uno a saber, ya es madrugada) me duermo abrazando una almohada. Olvidando lo feo que es no tenerte a mi lado. (Olvidando que debo dejar de recordarte)

miércoles, 1 de julio de 2009

aparecer.

(...)es extraño, le dijo él a ella, (boca arriba, en el pasto del jardín, mirando las nubes, con un cigarrillo entre los dedos y moviendo las manos en el aire) Por más que sepamos que hay que hacerlo, (se frenó, ella lo miró y él, aún sintiendo sus ojos, los evitó y siguió admirando las nubes) y por más que sepamos que es lo inevitable, (se frena para largar el humo por un costado de la boca, apenas tose como si nunca hubiese probado cigarro en su vida) cuando lo hacemos, dudamos si hicimos bien (ella, callada, ya entendió) (...)

lunes, 22 de junio de 2009

parte III (sin titulo)

uno dos Parte tres.

Con los primeros rayos de sol que iluminan mi cara me despierto. No estoy segura que hora eran, pero ya el sol estaba bien arriba y había dejado de tener frio. Mis captores habían soltado mis amarras. Veo mi cuchillo y mi pistola cerca de mi mano. Me sorprendo de la estupidés de los soldados. Luego me voy despertando del mismo sueño para entender que nadie puede ser tan estúpido. Me levanto rapidamente y apunto hacia todos lados. No hay nadie.

El suelo se cubre de sangre. Pisadas coloradas en el piso se entremezclan. Mis captores todos muertos mientras dormían. En el piso medio entremetida entre la maleza un papel abollado. Era de la letra de El Polaco. Redonda y desprolija, torpe y media inclinada hacia la izquierda. Escrita en tinta negra con manchas rojas, me dio a entender que se dieron cuenta que me habían llevado antes del amanecer. Al parecer los extraños estos no eran expertos en lo que hacían, dejaron pistas sumamente visibles a cualquier luz. Tras la duda de algunos, se mandaron en mi búsqueda y al encontrarme, en el silencio y la luz que le otorgaba el nuevo día, comenzaron a castigar a los extraños.

Al parecer mi cansancio fue tal que no escuche todo lo que me narraba El Polaco. Imaginaba sus manos lastimadas escribiendo rápido las últimas palabras que me diría. Me decía que hubiese deseado que se lo llevaran a él. Que era una estúpida por no haberlo despertado. Me pedía perdón. Yo ya lo sabía, no quería leerlo, pero sabía que era asi. Estaba sóla. Ellos no podían confiar más en mi. Si pertenecia a su bando o al otro y que en los tiempos que se vivía en la guerra injusta que viviamos no había mucho tiempo de hacer las pruebas de rutina para ver si mentia o decia la verdad. Por eso optaron por dejarme en el cause del río seco con un par de billetes para que pueda rehacer mis días. Que no tenían el valor para dejarme ni la confianza para llevarme. "Mi amiga, decia El Polaco, confío en usted, pero no en ese miedo que nunca tuvo" (un miedo para hacerme hablar, miedo que se calla y aparece en el peor de los momentos)

La carta existe. Sigue guardada con mis demás papeles en la mesa del escritorio. Siempre me pregunté que habrá sido de su vida... No se si algún día lo sabré. Tal vez hoy sea el día. Quién sabe, ¿no? .

parte II (sin título)

uno Parte dos. tres

Al fin me levanté. No daba más la cosa de estar ahí dando vueltas sin dormir. Mandé a Pancho, que hacia la guardia a la cama, hasta le presté la mia para que durmiera más cómodo. Y él, fingiendo enojo, se fue arrastrando las pies. Sin más que eso se durmió. Y quedamos la noche y yo, sólas a la luz de la luna. No tenía miedo. La verdad que me habían entrenado bien. Y nunca fui una chica de muchos miedos, sino que todo lo contrario, me gustaban los desafios y me gustaba no saber que hay más allá. Tenía frio en las piernas. Estaban heladas y había olvidado traer mi taza de la carpa. Supuestamente ninguno de nosotros podía abandonar su puesto ni un segundo, pero yo me levanté de la piedra y entre en la carpa pensando que en cinco minutos, en la mitad de la noche, nada podía pasar.

Mitad de mi cuerpo dentro de la carpa, haciendo maniobras extrañas para no caerme sobre El Polaco que se encontraba durmiendo más cerca de la puerta. Una persona me tomo de la cintura y me llevo para atrás. Sin poder casi gritar para despertar a mis compañeros patalie, mis armas tiradas por allí, indefensa en el aire. No le veía la cara a aquel que me sujetaba sentía su aliento caliente y húmedo en mi oreja, su mano en mi boca y su brazo rodeandome la cintura. Con los pies a unos centimetros del piso. De mis ojos caían lagrimas de rabia y lentamente comenzaba a cansarme de forcejear. Empezaba a tener el sueño que había perdido hacia unas hora y me daba cuenta de como había metido la pata, de los líos a los que había llevado a mis compañeros, a mis amigos.

Antes de terminar de cerrar los ojos, victima del agotamiento y de la fuerza con la que apricionaban mi boca y estomago, me doy cuenta que el gran hombre camina de a zancadas por el bosque. Los otros siguen durmiendo sin darse cuenta de mi ausencia. Es en ese mismo momento en el que reacciono estoy siendo llevada: soy prisionera de guerra. Nadie irá por mi, es la ley, tampoco se pagará ningun rescate. Estoy a la deriva, sóla con unos extraños, con frio y sin armas. Estaba cansada, muy cansada. De todo, de la guerra, de las peleas, de los escapes, de vivir escondida, de defender mis ideas. De comer a deshoras sobre una hoja mal lavada y de bañarme en un río helado. Rendida termino dormida en los brazos del gigante.

domingo, 21 de junio de 2009

parte I (sin titulo)

(historia en capitulos... o en partes, mejor dicho)
Parte uno. dos tres

Lejos del mundo. Lejos de aquello a lo que nosotros solemos llamar ciilización, se encontraban escondidos ellos dos. Eran un grupo de muchachos de alrededor de los veinte años que se creían los salvadores del país. Medio Buenos Aires detrás de ellos por un crimen que si habían cometido y del cual ninguno de ellos se arrepentia.

Serían las cuatros de la mañana cuando sucedio lo que les cuento. El reloj de muñeca de José comenzó a sonar. Me desperté, nada extraño en los ultimos días, desde nuestro escape mi sueño se había vuelto liviano como una pluma y cualquier ruido, por más imperceptible que sea, me despertaba y me matenía en vela lo que restase de la noche. Putie por lo bajo a José y le tiré el almohadon que estaba usando. Me di vuelta en mi bolsa de dormir. Me di cuenta de lo incomoda que estaba allí tirada en el piso semi humedo, un tanto duro y con un frío qué helaba hasta las venas.

José estaba durmiendo, el muy desgraciado puso la alarma para despertar a todos menos a él. Mirando el techo de la carpa suspiré alto. Esperando que alguno de mis compañeros se despierte y me haga compañia. Nada. Todos seguían durmiendo comodamente en sus improvisadas camas. Yo era la única que tenía una bolsa de dormir.Con cierre relámpago y abrigo de pluma. Hoy supongo que me la dieron a mi por que me consideraban la 'damita' del grupo. Por más que yo me obsesionara por no parecerlo, me volvia loca por hacerles creer que era un hombre más, solía hacer estupideces como inventarme una voz más grave, caminar con pasos más toscos como los de ellos, fajarme y hacer desaparecer mis curvas. Ellos me seguían viendo como una mujer. Como una 'niña casi mujer', como me dijo alguna vez, alguna noche de insomnio el Polaco, antes de ocultarnos. Por esa razón creo que esa noche pasó lo que pasó. Creo que su necesidad de protegerme era más fuerte que su necesidad de obedecer.

Entre nosotros había una regla que cumplir. Antes de entrar en el grupo nos prometíamos a nosotros mismos y a nuestros compañeros, que en caso de que agarraran a uno, nadie iría en su búsqueda. Teníamos la obligación de salvar a la mayoría y no salvar al que ya estaba perdido. Era una regla que nos habíamos impuesto y habíamos aceptado de buen grado por lógica y revolucionaria.

sábado, 20 de junio de 2009

seis palabras

(eran 6 palabras sueltas y ahora estan unidas con
otras palabras que, también, estaban sueltas: quien sigue?...)

En aquellas noche de pasión y de sexo desenfrenado intentaba fingir que era otra persona, que no era Leticia. Que no era aquella princesa de literatura para niños con el vestido largo de color celeste pastel y de ojos soñadores. Despertaba pensando que era otra, diferente a ella misma, pero al pronunciar su nombre se daba cuenta, y era la perdición. Le recordaban quién era. Cuando la llamaban, su nombre decía más que ella misma. Con sólo pronunciarlo sus ojos temblaban y la sonrisa se perdía. Se volvía oscura, terriblemente malvada. Los pies se movían y su piel palidecía. Su labios se tornaban violetas y sus manos heladas bajo unos guantes de lana.
Perdia el poco amor que le habian dado a cambio de nada. Lentamente se iba volviendo más Leticia y acostumbrada a ese nuevo 'ella' caminaba por las calles de Buenos Aires esperando que alguien se percatara de su andar despacio, un tanto rengo y destartalado. Cansado de noches buscando lo mismo sin encontrarlo. Insoportablemente abandonado al tiempo y al aire que le rozaba las mejillas.
Una parte de Leticia soñaba. La otra parte se dejaba vivir en el aparente sueño para luego despertarse y seguir soñando con esa vida que no encontraba. De más momentos dulces como aquella tarde adolescente, en esa cita ampliamente planeada, salieron del cine tomados de la mano y se escaparon juntos en un colectivo de linea. Un colectivo que los llevo hasta los más perdidos de los lugares y ella por primera vez sintió el calor en sus muslos. Las caricias en su vientra. Los rasguños en su espalda, los suspiros en sus oidos. Sus ojos se cerraron al unísono.
Se durmieron agotados de pasión y entre los trenes de vuelta a casa, el desapareció. Se lo trago el mismo calor apasionante de una mujer que por alli pasaba. Una voluptuosa rubia unos años más grande. Leticia lo vió y no lo quiso ver. Sino que siguió su viaje de vuelta y comenzó a esperar. Luego se cansó de esperar y comenzó a buscar. Y en cada noche buscaba ese aire de verano rosandole la espalda, esas caricias en su vientre, esas palabras al oido. Sin escuchar más que lo mismo se levantaba y se perdía en el helado calor del día.

martes, 16 de junio de 2009

... ideas **

*Lies*

          Bueno y es que mi nombre no es natalia, como todos creían. Mi nombre es Catrina. Catrina un nombre tan raspante como mi voz y tan dulce como mis manos. Soy una persona que no le avergüenza decir que no es modesta. Una hermosa criatura de ojos cafe y piel anacarada. Con labios de cereza siempre pintados de azul. Un tanto fría y distante pero hecha de un material que arde en el calor. Mi nombre, como les dije no es natalia, es Catrina. Y por suerte puedo decirlo sin pelos en la lengua y tirandome el pelo hacia atrás. Cubierta de niebla amarilla, conjunto de encaje color limón. Verdes suspiros en la noche Catrina pensaba que era Natalia sin ser nadie. No soy natalia, no soy catrina, no soy quien creen que soy. Soy un retazo de la imaginación. En donde siempre estaré.


                           (         que haces natt?, qué hacés?
                                    me embarro cada vez más y más
                                    profundamente en una cienaga.         )

sábado, 13 de junio de 2009

un relato más

A ver si me sale.
Era un hombre que caminaba junto a otro hombre en la calle. Ella ya lo había visto venir desde casi la otra esquina. Dolores tenía la mejor visión de la situación. De frente a mi, de frente a los dos señores que caminaban debajo nuestro, por la vereda de enfrente. Nosotras, sentadas en la esquina de un bar, en la mesa que habia elegido, la más escondida, en la esquina más tibia. Ellos rondarían los 40 o 50 años, o en realidad no lo sabemos. Tendría que preguntarle a Dolores, para mi, todos los hombres con saco de paño escocés y sombrero haciendo juego rondan esa edad.
Estábamos hablando sobre el modo en el que cada uno tiene de narrar. Sobre la necesidad de algunas personas de escribir historias con un comienzo, nudo, desenlace y la imposibilidad de algunas otras de poder hacerlo. Como los relatos son fragmentos de lo que en algún momento pudo ser otra cosa. Dolores miraba por la ventana como los dos hombres se iban acercando cada vez más hacia la esquina más próxima. Me escuchaba y contestaba sin mirarme y sin dejarme de prestar atención. Sus ojos estaban puestos en dos personas que caminaban en la vereda de enfrente. Lo que me hizo descubrirlos por primera vez fue este sin mirar en los ojos de mi amiga. Ambos caminaban cuchicheando algo bajo el frio de la noche, una noche aún joven, aún no del todo noche.
Seguiamos hablando, un poco del todo distraidas, ya casi la conversación era incoherente y hasta automática. Los dos hombre al otro lado de la calle atrían nuestra atrención como ninguna otra cosa dentro de ese café. Esperabamos el momento en el que los hombres cruzaran la calle o, con más suerte, doblaran la esquina. Y no llegaban. Se quedaron parados observando. Entre la mitad de cuadra y casi la esquina. Observando. Sentían nuestras miradas expectantes, lo sabíamos y las dos callamos. Dejamos de hablar y nos miramos con miedo. No dudamos ni un instante. Seguimos mirandolos. Ellos buscaban a su alrededor a alguien. Perseguidos por nuestras miradas buscaron un taxi, la calle estaba desierta.
Nos preguntábamos qué era lo que nos llamaba tanto la atención de estos dos hombres. Si acaso su vestimenta fuera de lo común. Su sombrero tan extravagante. Su andar lento. Su manera de percibir las miradas. Si acaso nos veíamos reflejadas en ellos en un par de años. Si era mera curiosidad de escritor por saber de qué hablaban. No sabíamos. En ese instante sólo supimos que al levantar la mano para parar el único taxi que recorría las calles de Buenos Aires, a uno de ellos se le ocurrió mirar para arriba. Se sonrió y bajó la mano. Se subieron al taxi y partieron.

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