lunes, 9 de noviembre de 2009

Triste

Hay tres personas sentadas alrededor de una mesa con mantel naranja. Un naranja que a Lara no le gustaba mucho. Un naranja demasiado brillante. Un naranja que no le permitía concentrarse en lo que quería decir. Mejor dicho, cualquier cosa en ese momento la hubiese desconcentrado. Por un instante se arrepintió de haber tocado la puerta. Por un instante se arrepintió de haber vuelto antes de tiempo y encontrar a sus dos amores y odios.
Comenzó a sentirse mal. Le dolía la panza y percibía un ardor que le subía por la garganta que temía que se convirtiera en grito en cualquier momento. No tenía muchas ganas de armar un desastre, quería hablar. Pero ¿de qué? Los dos la miraban esperando que diga algo y ella no sabía que decir. Se levantó con dificultad y puso agua en la pava a hervir.
Se quedó al lado de las hornallas, esperando a que el agua comience a burbujear. Escuchando cuchicheos y risas en el comedor. Ni siquiera intentaba entender lo que decían. Prefería la incertidumbre. Prefería mantenerse alejada por un rato de ellos y pensar. Sólo quería dormir en su cama. Acariciar su almohada y llorar en silencio. Llorar y dormir. Llorar y descargar y dormir. Llorar lo que no había llorado en los últimos dos meses.
Llorar por que el mantel era naranja y la casa estaba sucia. Llorar por que hacía días que no se bañaba en su bañadera,  por que había aumentado 3 kilos. Por que se despertaba con dolor de panza y se acostaba con el mismo dolor. Por que cada día tenía más ojeras y menos fuerzas para seguir caminando. Llorar, por que todos las noches se quedaba dormida acariciando un cuerpo inexistente y se despertaba con unas caricias que no existían.
Lara, escucho como la pava comenzaba a silbar con un sonido agudo y bajo, y se despertó de sus pensamientos. Sintió el silencio y se negó a dar un paso más. Se sentó en el piso y oyó la puerta, imaginó que alguien salia. Imaginó como él caminaba por el pasillo hacia el ascensor y como saludaba al entrar en él. Se vió a ella misma en la puerta saludándolo con la mano, como era de costumbre. Se encontró a ella misma tirada en el piso.
Y se dio cuenta, que estaba sola.

2 comentarios:

  1. Un relato muy íntimo, Canela. Tan íntimo que parece ocultar, agazapada entre sus palabras, una parte de su realidad; alguna verdad que ha quedado dormida entre líneas, y que no se atreve a aflorar...

    Besos. Muy bello tu cuento.

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