jueves, 12 de noviembre de 2009

Scrabble

- Bueno... .
-¿Qué querés? Tengo cosas que hacer. Si vas a hablar que sea ahora, dale. Apurate.

Mía estaba cansada. Muy cansada. Odiaba a la mujer que tenía enfrente y si fuera por ella, la mataría con una de esas frases que le encantaban decir. Una de esas frases que le gustaba sentir en la punta de la lengua. Esas palabras que amaba decirle a las personas que odiaba. Esas palabras que le permitían sonreír por la noche cuando todos dormían. Lamentablemente, Mía había prometido no hacer nada de eso. Se lo había prometido a él. Y a él no podía mentirle.
En realidad, ninguna de las dos le podía mentir. Ese hombre, antes de irse, sabía lo que iba a pasar entre las dos muchachas. Lo sabía y por eso mismo se fue y las dejo solas. Necesitaban estar solas. Frente a frente, como tantas otras veces, en las que había jugado al scrabble. Pero esta vez sin tablero. Mía formulaba las palabras más dañinas y más terribles y no las usaba. Se mantenía callada y enojada. Se escondía en ella misma y añoraba nuevamente la noche.
Lara se había dado a conocer demasiado como para no saber que era lo que Mía estaba pensando. Eran demasiado diferentes y por eso eran predecibles una para la otra. Demasiados años delante de manteles de colores, como para no saber que pensaban. Demasiado juntas habían pasado sus días, la cantidad de noches abrazadas por el miedo a la soledad. Por historias que se inventaban para dormir en la misma habitación, por juegos que no mencionaban para no romperlos, por charlas que nunca más habían tenido lugar, sólo en esos momentos que son únicos.
Y cuando él llego cambio la vida. A la una y a la otra. Primero a los ojos de Lara, sensible y enamorada de  la vida. Insegura y temerosa. Meticulosa. Frágil.  Y a los veinte minutos, llego a los ojos de Mía un hombre el mismo hombre, pero diferente. Tanta pasión que espanta, tanto dolor que duele. Tanto miedos y angustias escondidas que ambos se usaron de confidente.
Y Lara se enamoró. Y Mía se enamoró. Y él, también. Primero de una, luego de la otra. De una por ser su complemento, de la otra por ser su  igual. De una por que podían pasar las horas del día disfrutando del sol. Corriendo bajo la lluvia. Cocinando cosas dulces para después disfrutar abrazados por la noche. De la otra en las penunbras, cuando las pasiones se encienden y los silencios son eternos y sólo vale hablar de algunas cosas. Entendiéndose bajo las sábanas y sólo durmiendo.
Las dos eran perfectas.
Y las dos frente a una mesa, ahora esperaban que una de las dos diga algo. Cualquiera de las dos.
Y las dos quedaron calladas.
Las dos pretendían que así, sin palabras, las cosas se solucionaran como si nada, o que al menos las cosas se olvidaran. Y con esa idea en la cabeza, por primera vez en su vida, Mía le sonrió a Lara. Tomo la caja y le dio siete fichas.
Mía dejó de ser predecible. Lara temió. en cualquier momento estallarían las dos.

y al parecer no era el momento.

1 comentario:

  1. Pues sí que se está poniendo atractiva la historia de estos tres personajes, con caracteres personales tan bien definidos.

    Besos, Canela.

    ResponderEliminar

Buscame...