miércoles, 5 de enero de 2011

bajo la lluvia

Le gustaba sentir las gotas de lluvia en su piel. Ansiaba el olor a tierra mojada, en especial esos días de verano en dónde se levanta la leve brisa y trae esos aromas de lugares recónditos. Ese aroma a pasto húmedo, que trae aparejado un leve fresco que calma el calor abrazador. 

Almendra caminaba por las noches esperando que llueva. Con un aire un tanto melancólico y otro poco simpático. Daba ganas verla caminar por las noches totalmente libre, esperando que las gotas caigan sobre sus hombros. Levantando sus ojos al cielo y cerrándolos, sintiendo el frio del agua en las mejillas.

Fue uno de esos días en los que ella salía a disfrutar, cuando se cruzó con él. Joaquín, un chico con mirada despreocupada y caminar ligero. No le gustaba andar con los pies mojadas por lo que la lluvia lo puso de mal humor. Sus ojos se entrecerraron y andaba torpe por la calle. Almendra le sonrió y Joaquín se detuvo en seco, como era de suponer, en su torpedad se cayó al piso, mojándose de la cabeza a los pies. Refunfuñó enojado y maldijo un par de veces. Ella se sonrió y le dió la mano, pero en vez de ayudarlo a levantarse se sentó junto a él y su mirada pícara lo hipnotizó. 

Se tiró en el piso, la gente les pasaba por al lado y los observaba entre sorprendida y disgustada, medio divertidas, medio con cara de desaprobación. Joaquín se sentía avergonzado. Se puso colorado y miraba a la chica esperando que le dijera algo, al menos su nombre. Algo que saliera de su boca, que le diera una explicación a aquello que hacían en el medio de la calle. 

Almendra nunca dijo nada. Se limitó a abrir los ojos aún más grandes para darle confianza. Y él se vió en ellos. Reflejado en el canela de los ojos, sonrió. Como Almendra, él sintió el chapoteo en los charcos de las demás personas que caminaban sin importar más que ellos mismos. Y ambos, de la mano, disfrutaron del color del cielo estrellado, empapado.

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