Y un día se despertó, nadie a su lado.
Recordó gritos en la noche. Gritos que no recordaba que decían. Recodaba que eran de su propia voz. Su voz que gritaba cosas sin sentido. Su voz enojada gritando y recordando momentos que nunca fueron. Momentos que comenzo a recordar que eran inventados por su propia voz. Y también recordó otra voz. Otra voz sumisa que negaba todo lo que le decían. Con miedo aquella voz, suave y cual cuchicheo la voz. Se iba apagando, bajo sus gritos se apagaba la voz sumisa. Hasta que la voz, la voz de la negación, se dejó de escuchar por completo.
Y se quedó dormido y al otro día se despertó sólo.
Sin recordar bien por qué.