martes, 29 de diciembre de 2009

Desnuda.

Lara caminaba desnuda en su casa. Salia de su habitación desnuda con el pelo recogido en una cola alta. Una sonrisa apenas visible. Ojos saltones y brillantes. Sus pómulos aún colorados. Caminaba descalza intentando hacer la menor cantidad de ruido. En cada paso cerraba los ojos al oír el crujir del piso de madera. Escapando a veces una carcajada ahogada y pícara. Miraba para atrás y controlaba si alguna puerta se abría a causa de los sonidos que sus pies producían.
Entró en la cocina. Larga y fina. Una luz apenas se asomaba por la ventana invadiendo de un color azulado la habitación. El piso estaba helado, Lara se estremeció al sentirlo con sus pies acostumbrados a la madera. Volvió a darse vuelta y tras su hombro no había nadie. Todos dormían. Sus ojos observaron la habitación. Ya no recordaba bien el por qué de su ida a la cocina. Fue más que nada un juego. No fue la sed que ninguno de los dos sentía. Fue el desafío. Fue el hecho de decir que no se animaba. Fue que él estaba allí y le dijo que no lo haría.
Abandonó los juegos nocturnos en su sueño y comenzó a caminar. Sin mucho ruido. Sin mucho más que ella misma. Se sonreía sola. Él Otro la sentía caminar en la penumbra, le chistaba que regrese y se reía silencioso. No se animó. Quedo dentro del cuarto con olor a jazmín esperando a que volviera. Sabía que ella lo haría. Confió en que regrese. Confió en los dedos que le acariciaban la espalda. En los labios que besaban los labios. Confió en cada uno de sus cabellos recogidos y también en los sueltos que caían sobre su cara. Confió en que ella había olvidado. Confió en sus palabras y en sus pies. En sus juegos. Más que nada confió en la sonrisa juguetona que hacia meses que no veía. En ella misma. En él mismo.
Lara tomó un vaso de agua y, desnuda como estaba, se apoyo en la mesada. Sintió el frío mármol en la espalda y respiró lentamente. Cerró los ojos. Al abrirlos estaba él. Con su mirada en su cuerpo. Con los ojos  que solían devorarla. Por un segundo se avergonzó. Por un segundo se arrepintió y luego volvió a levantar la cabeza. Vio su sombra en el piso. Sus curvas se dibujaban a la perfección en un azul intenso.
Se recordaba en colores cálidos. Se recordaba en llantos. Con ojeras. Con pensamientos que le impedían dormir. Una tras otra noche sin sueño. Por él. Que la miraba en la penumbra. Que la deseaba en la noche y la olvidaba en la mañana. Que la escuchaba por momentos solo para luego dormirse en unos brazos más tiernos. Lara sabía que la miraban. Lara caminó y lo miró. Él se le acercó y le rosó la nariz con sus labios. Lara se alejó. Con su vaso de agua en una mano. Una sonrisa en la boca. Un suspiro mudo. Y un color azulado más cálido. De luz.

nota del autor: ¿Seguiremos con esto? Quien sabe...

domingo, 27 de diciembre de 2009

Temor

Camila. Camila. Subia las escaleras de a dos escalones. Por que le era más simple que subirlos de a uno. Le parecía más original subirlos de a dos que de a uno. (¿Acaso no todos los subían a de a uno?). Camila camina todas las noches por las calles desiertas de Buenos Aires. Sabe que teme, sabe a que no temer. Sabe que la espera en la vuelta de la esquina. Sabe que es lo que debe hacer en los siguientes minutos para no salir herida. Creo que Camila busca una respuesta en cada uno de sus escalones. Y no se da cuenta que en los escalones que salta está escrita en letra cursiva una frase para calmarle las dudas. Camila es una mujer casi niña. En vez de crecer, decrece en palabras que pierde en cada frase que pronuncian sus labios. Una pequeña que aleja a quien se le acerca. Camila sabe que busca. Sabe qué es lo que quiere. Sabe qué camino de más. Sabe. Sabe demasiado y escapa de su sabiduría. Escapa de si misma. Escapa por que teme. Teme a lo conoce al dar vuelta la esquina. Teme a lo que la persigue en sus sueños. Teme a las respuestas de sus preguntas. Teme. Sólo teme. Teme que todo sea temor. Y nada más que eso.

- a veces cuesta volver a escribir. Uno se levanta con ganas. Pero es dificil tomar las letras y unirlas en algo con sentido.-

miércoles, 16 de diciembre de 2009

unísono

Mirando de reojo se acercó a sus pies. Sus pies pequeños de color anaranjado. Un taco lo bastante alto como para hacerla llegar 10cm más cerca de sus labios. Piernas largas y gruesas. Músculos marcados. Sus manos comenzaron a recorrerle el cuerpo. De abajo hacía arriba. Ella se dejaba acariciar fingiendo una sonrisa. Sus labios acariciaron cada uno de los recovecos de su cuerpo. Lo exploraron, disfrutaron de cada uno de sus aromas. De los diferentes colores que desprendía su cintura. Con las uñas raspó suavemente los brazos y ella por primera vez emitió un sonido. Imposible de entender el sentido. Imposible entender el significado de sus palabras, del aparente grito que salió de su boca. Inentendible.
Tomo su cabello y lo enredó entre sus dedos. Lo tiró levemente hacia atrás y su cabeza dejó al descubierto el cuello. Una fina cadena hecha de plata le colgaba con un pequeño dije de color coral. Lo tomó en su mano libre y enredandose aún más el cabello tiró de la cadena y la rompió. La levantó sobre sus ojos y la tiró. Lejos, lejos de allí. Ella observó donde estaba y cerró los ojos. Y ambos bailaron al unísono.

jueves, 3 de diciembre de 2009

hoja y lara.

Estaba frente a una hoja de color amarillento, añeja, media quemada, un poco débil. La hoja y ella sentadas esperando que una de las dos comenzara a escribir. Una de las dos. Alguna. Que una le dicte a la otra para poder comenzar a desparramar cosas. Para poder limpiarse la culpa, las angustias, los dolores. Para poder reflotar las risa. La hoja y Lara allí sentadas. Una al lado de la otra mirándose de frente una a la otra. Una de las dos tomó el valor y tiró la primera letra. Una "efe" en cursiva bien prolija.
El cuarto inundaba a jazmín y una rosa marchita. El cuarto se teñía de un rojo morado. Flotaba en el aire un humo espeso que generaba una cortina opaca entre una y otra habitación. Lara cerraba los ojos e imaginaba todas las palabras que empezaban con "efe". Una a una, se le presentaba: flor, fama, furia, foco, fila, fin. Fin. Fin.  Antes de empezar  a escribir ya había terminado. Antes de seguir dando vueltas acerca de todo aquello que le pasaba, ya era momento del Fin. Antes de siquiera haber escrito el principio, ya estaba terminando. Debía finalizar. Debía cortar con todo. Debía hacer desaparecer absolutamente todo, para comenzar a soñar nuevamente.
Ambas, la hoja y ella, levantaron la vista, al escuchar una puerta abrirse. Un hombre que bien conocía salía por ella. Se acerca a la mesa y notaron ambas, la hoja y ella, cierta intensión de amor. Y ambas, la hoja y ella, derritieron por él. Y la hoja fue más fuerte y sostuvo su mano. Lara la miró y sintió la "efe" en su cuerpo. Él la miró sorprendido. Él la extrañó. Extrañó su cuerpo, sus caricias, sus abrazos. La extrañó y sintió como Mía lo tomaba de la cintura y lo lleva a la habitación nuevamente. Se dió media vuelta y la besó.
Y Lara los miró y murió de celos en su silla. Y su "efe" en su hoja le sonrió. Y Lara le sonrió a la "efe" y a la hoja. Y Lara comenzó a llorar, grandes y pesadas gotas saladas.
Lara seguía sonriendo.


links * (lo que algunos podemos llamar capitulos)
• Mía (i)  • preguntas (ii)   • lunares (iii)  • triste (iv)  
 • scrabble (v)  • desaparece (vi)  • besar (vii)  •  bruja (viii)



* nota del autor: con este pretende terminar. Nunca se sabe, mañana por ahí me despierto pensando que Mía y Lara aún tienen algo que contar. Hoy creo que no. A Mía le quedaron cosas por decir. Pero sólo más y más gritos y sonrisas amargas. Como cafe sin leche y sin azucar.


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